“Por eso voy a seducirla; la llevaré al desierto y hablaré a su corazón”. (Os. 2, 16)

Jesús, hoy debo dar testimonio, y de lo único que puedo dar testimonio es de la obra de Dios en mi.

 Desde que tengo memoria, en mi niñez, ya te recuerdo; siempre estuviste junto a mí y te iba conociendo. Por divina Providencia pude crecer en una familia, permitiste que conociera el amor de padre y hermanos; también pude estudiar y trabajar en la profesión que elegí.  Cuántas personas has puesto en mi camino, creyentes y ateos, fieles e infieles a tu amor, unos felices viviendo una vida sencilla y otros tan tristes, preocupados por el prestigio y el reconocimiento. En  medio de este camino tú seguías conmigo.

Por trabajo y estudio tuve que irme de mi provincia y alejarme de mi familia, todo era nuevo; incluso el silencio y la soledad; es que me querías llevar al desierto.

En este período formé parte de una comunidad misionera, jóvenes laicos que acompañados por frailes dominicos visitábamos pueblos, sólo llevando tu Palabra. ¡Cuánta riqueza! ¡Cuánto me enseñabas, Señor! cada vez me atraías  más y el misionar sólo era pleno en la adoración; ahí me tocaste y viví tu amor de una forma diferente, no como el amor que se aprende en la catequesis, sino con un amor fecundo y me llamaste y me conquistaste hasta el punto de desear una vida sólo para Ti, toda para Ti. Así consideré la vida religiosa. Al principio fue locura pensar abandonar todo, la familia, el trabajo, el doctorado; después conocí a las monjas y me gustó su forma de vida, pero siguió siendo una locura, traté de olvidarme y en cada cosa estabas de nuevo atrayéndome, hasta que te dije que sí. Un sí que implicó renunciar a todo, pero más importante poner todo en manos del Padre, sólo entregar.

Hoy estoy aquí sólo para vivir tu verdad; si Tú lo quieres, yo lo quiero. Sólo la voluntad de Dios se cumple.

Hoy debo dar todo aquello que he recibido, lo primero que recibí fue la vida, pues quiero darte mi vida, si es lo que Tú quieres. Es locura de amor, ¡cuánto misterio! Solo tú obra, Señor.

 

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