El mes de junio está dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, una solemnidad muy querida en la devoción de hace unos años, pero vital y entrañable en el corazón de muchos cristianos. Parece que no está “de moda”, pero sigue ofreciéndonos un caudal de luz y belleza, como la que nos ofrece el Padre Raniero Cantalamessa. Origen https://www.exaudi.org
“No será el amor a la belleza lo que salve al mundo, sino la belleza del amor”, dijo el cardenal Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, que presidió la Eucaristía en la iglesia de la sede romana de la Universidad Católica del Sagrado Corazón con motivo de la solemnidad del Sagrado Corazón, que da nombre a la Universidad.
Un corazón en la Trinidad
A continuación, comentó el evangelio de la Misa del Sagrado Corazón que tiene “un significado espiritual y sacramental en la vida de la Iglesia”. Hay ahora en la Trinidad un corazón humano que late, no sólo metafóricamente sino realmente, místicamente lo que significa de una realidad diferente. Vive como todo lo demás en su cuerpo. Lo que veneramos no es sólo el corazón de carne que latía en el pecho del hombre Jesús de Nazaret, sino que es el corazón vivo y palpitante del Resucitado. No recordamos sólo un acontecimiento del pasado, sino una realidad en acción.
Esta certeza aporta un contenido no sólo devocional sino también kerigmático, misterioso. Conrad creó una expresión para describir el colmo de la maldad, el corazón de las tinieblas. Sabemos, sin embargo, que gracias al sacrificio de Cristo, más allá del corazón de las tinieblas, late ahora en el mundo un corazón de luz. Cristo, al subir al cielo, no abandonó la tierra, como al encarnarse no abandonó la Trinidad”.
La técnica no es suficiente
La palabra corazón representa “un mensaje que es más relevante que nunca. Una sociedad dominada por la tecnología necesita un corazón para evitar que nuestro planeta caiga en una edad de hielo mientras se calienta físicamente. Aquí la tecnología es de poca ayuda”. Si, de hecho, estamos trabajando en un ordenador que piensa, “nadie ha previsto un ordenador que ame, que se emocione, que facilite amar, como calcular las distancias a las estrellas. Nos hemos familiarizado con la idea de la inteligencia artificial, pero ¿podemos imaginar un amor artificial? El aumento de su capacidad cognitiva no va de la mano con el de su capacidad de amar, es más, parece no contar para nada mientras sepamos que la felicidad no depende de saber sino de amar o no amar, de ser amado o no serlo”.
La salvación viene de la belleza del amor
La razón es simple, estamos hechos a la imagen de Dios, y el Dios de la Biblia es amor, estamos amasados a la imagen de uno que es amor. No es difícil ver por qué estamos ansiosos por aumentar el conocimiento y no la capacidad de amar: el conocimiento se traduce en poder, el amor en servicio. Hay una nueva idolatría, la del coeficiente intelectual: se han desarrollado numerosos métodos de medición, pero ¿quién se preocupa de tener en cuenta el cociente del corazón? Es conocida la frase de Dostojevski de que la belleza salvará al mundo. Pero también puede perderla. No será el amor a la belleza lo que salve al mundo, sino la belleza del amor”.
“La mía”, dijo Cantalamessa, dirigiéndose a profesores y alumnos, “no es una exhortación a descuidar la investigación, sino una invitación a cultivar el corazón además de la mente, a dar un corazón a la cultura”. Poner las ideas y la ciencia al servicio de las personas, y no al revés.
Al final de la celebración, el rector Franco Anelli, en nombre de la comunidad universitaria, presentó un homenaje al cardenal Cantalamessa y a la directora de los Museos Vaticanos, Barbara Jatta. Anelli quiso destacar “un aspecto significativo” citando la homilía del cardenal y recordando que la obra de Conrad inspiró la película Apocalypse Now: “Pensamos que el apocalipsis había llegado. Sólo que en ese caso el mal está en el fondo de la selva y quienes lo desafían van a buscarlo, aquí la sensación es que ha venido a buscarnos”.
En esto veo la promesa de superar el apocalipsis, en cuidar de los demás pero también de uno mismo, con un sentido de comunidad”.