Comentario al Evangelio del Domingo IV Domingo de Cuaresma, ciclo C. 

Hoy vemos a Jesús rodeado de gente de “mal vivir ”. Al menos es  cómo son clasificados por la “gente de bien” que es  es cono se sienten aquellos que se pavonean de ser fieles cumplidores de la Ley pero desprecian a los demás y de escandalizan de ese Maestro que acoge, se rodea y ¡hasta come con esos desdichados pecadores! 

Jesús no parece sentirse afectado por esas críticas y murmuraciones que en otra ocasión le lanzaron el insulto de “borracho y comedor” y es que, din saberlo, esos “perfectos “ creyendo que injurian lo están elogiando. S´, se rodea, come y bebe con esa gente de “mala calaña” pero también se deja invitar y por tanto come y bebe con ellos, con los “perfectos”

Jesús por toda respuesta les cuenta una historia:

Érase una vez un hombre, al parecer bastante acaudalado, que tenía dos hijos, el mayor sumiso y obediente, el menor rebelde y soñador. Los dos vivían de la fortuna paterna pero no la disfrutaban. El pequeño soñaba lo feliz que sería con la bolsa, las manos y los bolsillos llenos de dinero. U n dinero del que al fin una  una parte le pertenecía. Decidido la exigió a su padre. Contento y feliz marchó a un país lejano donde liberado de toda tutela dilapidó su herencia y comenzó a pasar necesidad.

Entretanto su padre, dolido por su ausencia consumía sus días oteando el horizonte  con la esperanza de ver regresar a su hijo; el cual a su vez recapacitando desandaba el camino que le había llevado lejos, aspiraba a ser tratado como un jornalero, consciente de que ya no merecía serlo como hijo.

Ilustración de «El hijo pródigo»

El que había sido la oveja negra de la familia esperaba el reproche y la humillación pero se sorprendió al verse  fundido en el abrazo y la ternura paterna,  ahí, en su hogar y no en ninguna otra parte se encontraba la felicidad que en vano había buscado lejos. El hijo mayor que volvía del campo de enfadó al enterarse de la fiesta y el alborozo. “¡Haces fiesta y matas  el ternero cebado por ese hijo tuyo que ha malbaratado tu dinero con malas mujeres y a mí nunca me has dado un cabrito para comerlo con mis amigos!” El padre abrazándole  replicaba: “¡Hijo! ¡Todo  lo mío es tuyo! Debemos alegrarnos, este hermano tuyo estaba perdido y lo hemos recuperado”.

Esta es la historia con la que Jesús nos cuenta du experiencia de Dios. Un Dios que es misericordia,  ternura y amor.

Sor Áurea Sanjuán Miró, OP

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