La Beata Villana de Botti es una figura atractiva para los jóvenes de hoy. Su belleza, su juventud, sus riquezas y la dura experiencia de la peste negra en su ciudad la llevaron a ver sus convicciones de niña como algo que había que olvidar y superar. Y, a cambio, “vivir la vida”, disfrutar intensa y desmedidamente todo placer. Era una joven mujer de grandes deseos y buscó satisfacerlos por los que suspiraba su corazón hambriento. Parecía que lo tenía todo ya… Pero ella buscaba de verdad.
El Señor que la amó la llamaba a alegrías más plenas, quería regalarle bienes mayores. Su corazón inquieto estaba hecho para Él.
La joven frívola vio su rostro en el espejo y vio su vida, la persona en que se había convertido, no era lo que realmente buscaba, había perdido el rumbo.
En la contemplación de Cristo Crucificado Vilana descubrió el verdadero amor, el Amor que calma todos los anhelos del corazón del ser humano. Y se derramó en ayuda a los necesitados y acercó a su familia y a muchas otras jóvenes a Dios.
En la Orden encontró el modo concreto de volver al amor primero, encontró frailes que la escucharon, hermanas con las que compartir sus sueños generosos.
Vilana supo volver, supo confiar en el amor fiel de Jesús que siempre nos espera, que nos acoge amorosamente cuando regresamos.
Que nuestra joven Beata nos obtenga la gracia de la conversión. Nos enseñe a contemplar a Cristo Crucificado y aprender de Él, el Amor. Nos dé su amor a la Orden y nos ayude a vivir en la verdad.